Dios con paciencia nos enseña

img_0253Para aprender se requiere un corazón enseñable y humilde, difícilmente el orgullo y la soberbia permiten aprender. Por eso Dios mira de lejos al altivo, sólo el corazón que reconoce su necesidad es apto para recibir los tesoros de la revelación de Cristo…

Dios usa muchos elementos para enseñarnos (Jonás 4:6-8).

“Y preparó Jehová Dios una calabacera, la cual creció sobre Jonás para que hiciese sombra sobre su cabeza… y Jonás se alegró grandemente por la calabacera. Más Dios preparó un gusano al venir la mañana… el cual hirió a la calabacera, y se secó. Y aconteció que al salir el sol, preparó Dios un recio viento solano; y el sol hirió a Jonás en la cabeza, y desmayaba; y deseaba la muerte, diciendo: Mejor sería para mí la muerte que la vida.”

En este pasaje vemos que “Dios preparó una calabacera” pero también “Dios preparó un gusano” y luego “Dios preparó un recio viento solano”. Nada de esto fue coincidencia todo Dios lo había preparado, así como cuando Jonás fue lanzado al mar y “Dios tenía preparado un gran pez que tragase a Jonás” (Jonás 1:17).

El Señor sabe qué usar para enseñarnos, aunque a veces no somos buenos aprendiendo, pues Jonás vuelve a decir “Mejor sería para mí la muerte que la vida”.

Vemos la buena mano del Señor usando ciertas cosas como la calabacera, el gusano y el viento solano, sin embargo el enojo no nos deja ver la obra de Dios, no logramos ver que la dificultad que vivimos es para quebrantar nuestro orgullo y soberbia. Que la dureza del camino no es otra cosa que un reflejo de la dureza de nuestro corazón. Es tan profunda la raíz de soberbia y enojo que requiere varias lecciones.

Pacientemente Dios instruye a sus hijos (Jonás 4:9-11).

“Entonces dijo Dios a Jonás: ¿Tanto te enojas por la calabacera? Y él respondió: Mucho me enojo, hasta la muerte. Y dijo Jehová: Tuviste tú lástima de la calabacera, en la cual no trabajaste, ni tú la hiciste crecer; que en espacio de una noche nació, y en espacio de otra noche pereció: ¿Y no tendré yo piedad de Nínive, aquella grande ciudad donde hay más de ciento veinte mil personas que no pueden discernir entre su mano derecha y su mano izquierda, y muchos animales?”

Con estas palabras termina el libro del profeta. Vemos entonces como conclusión una profunda enseñanza para Jonás: “tuviste lastima de una calabacera que tu no hiciste y ¿no tendré yo piedad de los hombres que he creado?”. Entonces el enojo nos impide actuar como Jesús lo haría.

Somos barro en las manos de Dios, vasijas en formación en las que el Señor ha depositado sus tesoros, y para que estos brillen con el poder de su gloria es necesario renunciar al orgullo y a la soberbia. Dios no ha terminado contigo, sigues en formación y él ha venido trabajando en ti y lo seguirá haciendo hasta que culmine en ti esa maravillosa vasija que se ha propuesto.

Con paciencia Dios siguió enseñando a Jonás, seguramente después de ésta experiencia el profeta siguió sirviéndole, y lo más probable es que el Señor siguió usando “otros peces y otras calabaceras” para formar en su siervo el carácter de Jesús. Dios usó a Jonás no solamente para profetizar en Nínive, también lo usó para profetizar en Israel, y el Señor lo respaldó poderosamente: 2 Reyes 14:25.
Es necesario reconocer nuestra necesidad de Dios, acudir a Jesús y con sencillez pedir su ayuda y su amor gobernando nuestro corazón. Jesús se sometió a la voluntad del Padre celestial (ir a la cruz por nosotros) y lo hizo con un corazón manso y humilde, y el Padre lo exaltó hasta lo sumo. Rendir nuestro corazón a Dios resultará en las más grandes bendiciones

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