Avivamiento

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¿Cuál fue el secreto del éxito de Whitefield?

 

Él predicó un evangelio puro; predicó un evangelio poderoso; predicó un evangelio apasionado.

 

Cornelius Winter, quien a menudo viajaba, comía, y dormía en el mismo cuarto con Whitefield dijo:

«Él rara vez presentaba un sermón sin lágrimas».

Los literatos de su época frecuentaron sus reuniones. Lord Chesterfield, frío como era, se entusiasmaba con su predicación. Lord Bolingbroke, un crítico no generoso, dijo:

«Es el hombre más extraordinario de nuestro tiempo. Tiene la más clara elocuencia que oí jamás en alguien».

De David Hume, filósofo escéptico escocés, y deísta, se dice que corría a las cinco de la mañana para oír a Whitefield. Preguntado si él creía lo que hablaba el predicador, él contestó:

«No, ¡pero cómo lo hace!».

Benjamin Franklin, filósofo frío y calculador, dijo de Whitefield:

«Era maravilloso ver el cambio realizado por su predicación en las costumbres de los habitantes de Filadelfia. De ser desconsiderados o indiferentes en religión, parecía como si todo el mundo se estuviera volviendo religioso».

John Newton, tan buen predicador como poeta, dijo de Whitefield:

«Parecía como si él nunca predicara en vano».

«El hombre más extraordinario de nuestro tiempos», declaró Lord Bolingbroke.

«A menudo cuando he leído su vida», escribió C. H. Spurgeon, «soy consciente de una distinta aceleración siempre que regreso a él. Él vivió. Otros hombres parecían estar sólo medianamente vivos; pero Whitefield era todo vida, fuego, ala, fuerza. Mi propio modelo, si puedo tener tal cosa en la sujeción debida a mi Señor, es George Whitefield; pero con pasos desiguales debo seguir en su senda gloriosa».

George Whitefield caminó con los grandes de este mundo. Pero aún mejor, él caminó y habló con Dios.

Él oyó lo que Dios dijo, vio lo que Dios vio, y amó como Dios amó.

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